A veces sueño que nado en tus ojos turquesa y es extraño porque sin fuerza siento que floto y es tan refrescante y reconfortante ser tan ligero dentro de ti, como si mi cuerpo y mi peso no existieran y yo flotase eternamente ahí, como si yo me desvaneciese hasta ser uno contigo, y caminar contigo, y respirar contigo, y vivir contigo hasta que ya no exista nada más.

A veces sueño que mis días son eternos y cuando por fin terminan me encuentro contigo y sin decirnos nada recuesto mi cabeza en tu pecho, con la piel evaporándose violentamente de nosotros y perdiéndose entre la arena del mar y el viento; mi oído pegado a tu corazón latiendo a la par del mío y acelerándose mientras la cima de mis manos provocan en ti diminutas erupciones de amor.

A veces sueño con mis obsesivas rutinas, con mis meticulosos pasos, con mi manera tan precisa y predecible de hacer todo: sueño que tomo la misma bicicleta, sueño con la misma ruta, con la misma calle; sueño que me detengo en la misma tienda a comprar la misma botella de vino que tanto disfrutamos. Esas rutinas tan mágicas que se esparcen a lo largo de mis días hasta que llego a la puerta de tu edificio y arranca a prisa el segundero. A los treinta segundos apareces detrás de un balcón repleto de cigarros extintos. Sonríes, y me arrojas la llave por la ventana; subo los veintisiete escalones hasta tu puerta y en ese preciso momento las monótonas rutinas dejaron de existir. Contigo lo único que siempre se repetía es que jamás sabía lo que iba a pasar; todo era lo mismo, pero nuevo: la misma botella, las mismas personas, las mismas risas, las mismas caricias, pero siempre en distintos momentos, con distintas risas, con distintas ganas de ser nuestros.

A veces sueño con la última vez que te vi, con esa estúpida discusión que nunca debió pasar; me mirabas con ojos de tristeza y rabia y yo sentía coraje y amor y te juro por Dios que a pesar de las cientos de noches soñando contigo sigo sin saber por qué sucedió. Sueño con ese momento en el que estúpidamente corrí a subirme al autobús sin despedirme de ti. Sueño que camino por el pasillo hasta llegar a la última fila, sueño que me fundo en el asiento, sueño que volteo hacia atrás y al asomarme por la ventana observo cómo sales corriendo de tu apartamento persiguiéndonos, mientras cada segundo que pasa tu silueta se vuelve cada vez más y más pequeña y yo por dentro intento convencerme de que alguna vez nos veremos de nuevo.

A veces sueño que mis sueños no son sueños y vivo en una repetición perpetua de ese último viernes de octubre en el que desapareciste de mí. Y te juro por mi vida entera que la angustia me hace pedazos y todas las noches antes de dormir se aprietan mis ojos y mi corazón y por dentro deseo con toda mi alma soñar contigo una última noche. Aunque discutamos, aunque nos odiemos, aunque nos despidamos, aunque nos olvidemos. Aunque duela, quiero despertar sabiendo que mis sueños son solo sueños y que tú y yo nos despedimos por última vez.