.
.
.
Escucho en silencio el ir y venir de tus pies mientras paseas lentamente,
escribiendo tu historia y la mía en cada minúsculo rincón de mi mente.

Con el puño arrebato impotente una caricia tuya y la junto a mi alma,
y fuerte palpitan tus labios hablando y gritando y diciéndome nada.

Tranquilo y entonces despacio te revuelco en mis ojos,
y nadas después por mi cuerpo, palpitando de rojo.
Ardiendo recorres mis venas y eres como mi sangre:
me llenas de aire la vida y devoras mi hambre.

Te dedico esta tinta rasgando el papel, ¿y para qué?
Si ya invades y habitas mi cama, y en un mismo respiro,
suspiro persiguiendo con ansia el momento de verte,
olvidarme del tiempo y existir como uno, por siempre.