Mentiría si dijera que ya logré olvidarme de ti, de tus ojos, de tu risa penetrante, de tu suave piel, de tu rostro, de la forma en que recorrías mi piel y mi cuerpo entero de cabeza a los pies.

Jamás lo logré a pesar de las largas horas en el psiquiatra, del medicamento, de las limpias contra el mal de amores. A pesar de todo no te fuiste, y te lo agradezco. Te lo agradezco porque sería cobarde actuar como si ya no existieras. Sería cobarde andar por la vida sabiendo plenamente que por convicción propia te saqué así como así, que te solté de la mano y me olvidé de ti, de los sueños, de la vida que tanto imaginamos.

Mentiría si dijera que dejé de verte en todos lados: en el parque, en la casa, en mi cama. Mentiría porque la verdad es que sigues en cada rincón de mi ser. Despierto tranquilo en las mañanas y te siento presente clavada dentro de mí, y no es dolor sino placer, alegría porque dentro, muy dentro, sé que jamás intenté borrarte de mi memoria. Me aferré al calor de tu cuerpo inexistente y no te dejé ir. Te besé la boca en silencio mientras murmurabas un nombre que jamás logré descifrar, y arañé en tu espalda con fuerza mis ganas enteras buscando arrancarte de ahí la receta para la felicidad.

Mentiría también si dijera que no te veo en ella. Cuando estoy con ella sujeto su mano y siento que tomo la tuya y cuando nos besamos mi estómago se convierte en bosque y en el bosque corre el viento y las mariposas son pequeños impulsos de intensidad y éxtasis y mi ser no descansa y tiembla y te respira y tu aroma es igual que el de ella… y cuando ella me mira te lo juro por Dios que siento que me miran tus ojos y cuando ríe siento que me inunda tu risa y cuando me toca siento que toco tu piel y hasta veo en ella tu rostro: la silueta perfecta de tu nariz, el perfil delicado de tus labios; y cuando habla… cuando habla siento que escucho tu voz y los escalofríos son viejos conocidos y ella me entiende igual que tú; me escucha y hablo como cuando me escuchabas tú, sin esperar nada a cambio y sin agobiarse pregunta y con interés analiza mis absurdos y monótonos días.

Y yo. Yo soy igual con ella que como fui contigo. Yo soy Yo, plenamente y sin esconder nada. Con mis pocas virtudes y mi montón de errores. Con mis estúpidas bromas y mis celos y mis ganas de tenerla siempre, de tenerte siempre.

Pero no mentiré, porque siendo sincero desde el momento en que te imaginé y dibuje en mi mente el supuesto llamado tú, supe cómo sería el amor de mi vida, y por no olvidarme de ti jamás dejé de buscarlo, y por jamás dejar de buscarlo, en ella… en ella por fin lo encontré.